El discernimiento, darnos cuenta de
las cosas tal cual son, sin el etiquetamiento que la mente adjudica, combate y
elimina la ignorancia de las “energías
siniestras”, poniéndole fin a la calificación mentirosa, como una espada que desata
una fuerza que no puede contrarrestar nadie. Cuando exterminamos el temor, se abren los sentidos y se comienza a
comprender todo. Aunque la espada de la Verdad la hayan hecho los Dioses,
si uno no la lima y la hace de nuevo en la conciencia interior, de nada sirve. Cada
cual tiene que valerse de su propio esfuerzo.
Nos damos cuenta de la Verdad, en la
soledad y la reflexión de la vida, en las alturas de los más sublimes estados
de conciencia. Tenemos que hacer desaparecer las fuerzas de la oscuridad, tanto
en lo alto como en lo bajo de la conciencia, como desaparece la oscuridad al
encender la luz, sin esfuerzo, por puro DISCERNIMIENTO.
Pongamos en práctica lo que enseña
el Señor Gautama: “Sean lámparas para ustedes mismos”. Mientras no se ha
llegado a este punto, se es un “Gris”, debatiéndose entre la Luz y las sombras.
Tomado del libro Ascensión de Rubén
Cedeño.